sábado, 20 de julio de 2013

Nuestra colección de cuentos

Aunque el proyecto está a medio camino de alcanzar su objetivo, me gustaría hablar de la pequeña colección de cuentos que tenemos en nuestra web  www.granadacultural.info   Mi intención es hacer una lista de mil cuentos, incluyendo cuentos populares y algunos de autor.  La idea es centrarse en la narración que no en la forma. La mayoría de los cuentos, salvo los microcuentos de autores conocidos, están redactados por nosotros resumiendo el texto o la historia que hemos encontrado.   Por lo general busco transmitir la historia sin contar los detalles.

Se me ocurre que la mejor manera de hacerle publicidad es recoger una pequeña muestras de cuentos.  Aquí van siete de muestra.  Una pequeña aclaración, las siglas CGC que aparecen tras cada título hacen referencia a mi codificación (Catálgo General de Cuentos) que sigo para ordenar las historias.


El espejo chino [CGC86]
«Un campesino chino fue a la ciudad a vender su arroz. Su mujer le encargó un peine. Cuando fue a comprarlo se olvidó de que le había pedido la mujer y el comerciante le sugirió que le regalara un espejo. Lo compró y se lo llevó a su mujer. Pero ésta cuando lo recibió se puso a llorar. 
Llegó corriendo su madre y le preguntó por la causa del llanto a lo que respondió: 'mi marido ha comprado otra mujer'. La madre cogió el espejo y respondió: 'Es verdad, pero bueno, no te preocupes, es muy vieja'»


Tabú [CGC82]
Es el título del siguiente y minúsculo cuento. Lo leí en el precioso libro de José Díaz titulado Ojos de aguja. Antología de microcuentos editado por Círculo de lectores. Su autor es Enrique Anderson Imbert.

«El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:
-¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
- ¿Zangolotino?-pregunta Fabián azorado.
Y muere»



Historia del Pavo inductivista [CGC179]
El siguiente cuento, llamémosle así, es una historia ideada por Bertrand Rusell para ilustrar lo falso del inductivismo. Lo recojo del libro de Alan F. Chalmers ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? (segunda edición, siglo XXI).
Un pavo llega a una granja y observa que le dan de comer a las 9 de la mañana. Igual ocurre al día siguiente. Antes de deducir nada continuar con sus experiencias y así observa que le dan de comer a las 9 sea lunes o martes o domingo, llueva o haga sol, sea primavera o verano. Así pues, como buen inductivista, deduce que 'todos los días come a las 9 de la mañana'. Pero resulta que la víspera de Navidad... ¡lo matan!, con lo cual su deducción resulta ser falsa.
Bien, esa es la historia, pero yo me permito algún comentario. ¿Deducción falsa? Fue verdad hasta que lo mataron, o sea varios centenares de dias. Digo yo que al pavo le valío la deducción para organizarse bien las comidas y vivir bien hasta... hasta el día de su muerte, que fue rápìda y limpia.


Historia del palomo desplumado [CGC663]
Una divertida historia que he sacado de Cuentos del pueblo judío de Ben Zimet. Dice más o menos así:
Un rey se paseaba con su séquito cuando se encontró con un pobre judío lavando la ropa al que le dijo: «¿No son 7 más que 5?», respondió el joven: «¿no son 32 más que 12?». Puso el rey cara de complacido y de nuevo preguntó: «¿Has tenido alguna vez fuego en tu casa?». «Cinco he tenido ya y dos vienen de camino», respondió. Hizo el rey una tercera pregunta: «Si te mando uno de mis palomos ¿serás capaz de desplumarlo?». Y el judío contestó: «Hazlo y verás».
Todo el séquito presenció la conversación y no dijo nada pero las caras daban indicaban que no habían entendido nada. El rey se dirigió a su visir y le preguntó: «¿Has entendido lo que he hablado con el joven judío» y el visir respondió: «¿Cómo voy a hacerlo si hablabais tan enigmático?». Lo miró el rey y le dijo: «Te nombré visir por que te pensaba más inteligente. Si en tres días no eres capaz de explicarme la conversación serás destituido».
El visir quedó asustado y no dejo de reunirse con amigos y sabios para intentar descifrar el enigma, pero nadie lo sabía. Desesperado, acudió al judío y le preguntó. «Te lo diré si me das mil monedas de oro», le dijo. El visir no aceptó el trato y siguió preguntando, pero no consiguió nada. Unas horas antes de terminar el plazo tuvo que acudir de nuevo al judío con las mil monedas. Este le explicó la conversación:
El rey me dijo si durante los siete meses del verano no podía ganar para los cinco de invierno. Y yo le respondí que mi dentadura, que son 32 dientes, es capaz de comer más de lo que gano en los doce meses del año. El rey me preguntó si se habían casado algunos de mis hijos, pues cada boda deja el hogar como si hubiera sido arrasado por un fuego. Le dije que tres bodas y aún me quedaban tres hijos. Finalmente debo decirte que tú eres el palomo enviado por el rey y ya sabrás decirle si te he desplumado.


La mejor manera de morir [CGC532]
Este cuento lo leí en Cuentos populares británicos edición de Katharine M. Briggs, editado por Siruela.
Tres mineros jubilados de avanzada edad se sentaban en el verano junto al ayuntamiento y conversaban tomando el sol. Aquel día hablaban de cual es la mejor forma de morir.
Uno de ellos decía '¿veis esos jóvenes con esos cochazos tan bueno? A mi me gustaría tener uno y ponerlo a 100, 120, 140, y cuando esté al máximo tropezar con un poste y morir instantáneamente. Esa es la mejor manera de morir'.
El segundo dijo 'Pues yo he oido hablar de los satélites esos, los sputniks, a mi me gustaría ir en uno de ellos y entonces, de buena a primera, una explosión y acaba con todo. Así me gustaría morir.
Los dos que habían hablado miraron al mayor, que tenía noventa y seis años y le dijeron: '¿Tú no dices nada?'
Bueno, sí, os he estado oyendo y a mí, ¿sabeis como me gustaría desaparecer? Bueno, a decir verdad... ¡Me gustaría que me disparara un marido celoso!


Lo que le ocurrió a un rey con su privado [CGC471]
Es el ejemplo o cuento número 1 de El Conde Lucanor. La historia es más o menos la siguiente
Un rey tenía un buen ministro que era fiel y eficaz pero los demás ministros por envidia empezaron a hablar mal de él y como no consiguieron que el rey les hiciera caso le dijeron que lo iba a matar y buscar el poder para su hijo pequeño. El rey empezó a duda y entonces alguien le propuso que pusiera a prueba al ministro. Un día el rey le dijo que empezaba a estar harto de tanto gobernar y se lo repitió en un par de ocasiones. El ministro intentaba quitarle la idea de la cabeza y hacerle ver que era un gobernante necesario para el país. Un día el rey le dijo que había decidido abandonar al día siguiente, que huiría de noche dejando a su mujer, niños y todo su poder y que nombraría al ministro su sustituto mientras se encontraba fuera. El ministro fue a su casa con la ilusión de convertirse en gobernador supremo, pero cuando lo contó, un exclavo le dijo que en realidad debía ser una prueba del rey para ver su fidelidad. Entonces el ministro se peló, tomó una capa fuerte y por la noche fue a ver al rey con esa pinta. Se extrañó el rey de ello y le contestó que tras haberle permanecido fiel tanto años no lo dejaría solo en esta ocasión y que había pensado en dejar también a la familia y huir como ayudante de su hasta ahora rey.
De esta forma el rey confirmó la fidelidad de su privado. La moraleja final que añade Don Juan Manuel dice así: 'No esperéis que nadie, por bien de su amigo, pierda de lo suyo lo que vale un higo'


El obsequio de las palomas [CGC163]
Este cuento proviene del Lie Zi,  un antiguo libro chino.

Una costumbre de Hadan era cazar palomas para obsequiarlas al príncipe en la fiesta de primero de año.

El príncipe  daba  regalos a los  que  más  palomas  le traían. Alguien le preguntó  por  el  origen  de  esta costumbre  y  el príncipe respondió que liberaba  a  las palomas  el  día  de primero de  año  para  mostrar su bondad. Entonces le respondieron: Sus súbditos saben de su interés por las palomas y cazan muchas,  algunas de  las cuáles mueren. Si de verdad quiere  mostrar su bondad.... no permita la caza de palomas.

Este  cuento siempre me ha hecho pensar mucho. Me ha recordado que así funcionan muchas cosas: Se genera el mal para demostrar una supuesta bondad.