domingo, 21 de agosto de 2016

Reseña de libro: La desfachatez intelectual, de Ignacio Sánchez-Cuenca

Me parece imprescindible defender la idea que motiva este libro: La desfachatez de un gran número de intelectuales de este país.  Pero hecho de menos volumen, profundidad y algunos matices.  Los matices a los que me refiero no es que salve a más intelectules, sino todo lo contrario, que debería criticar más.

A mi, que ando despistado de la nómina de intelectuales de este país, me ha servido además para orientarme entre tanto nombre que a veces no clasifico bien.  Claro que después de leer este libro en realidad creo que en caso de duda pensaré mal. 

El autor se define al comienzo del libro. Dice no querer destruir la reputación de nadie en loscampos en los que destaca sino llamar la atención de la pobreza de argumentación cuando intervienen en la esfera pública sobre temas que desconoce. En mi opinión una opinión excesivamente diplomática. 

Preciso que la mayoría de intelectuales a los que se refiere el autor son escritores, con el añadido de algún filósofo, también escritor, y periodistas, que al fin y al cabo son escritores. Yo sustituiría la declaración diplomática que acabo de citar por algo más real: Una larga lista de escritores que razonan mal sino mienten de forma generalizada.  Porque no nos referimos solo a alguna intervención en televisión o similar del intelectual de turno.  Nos referimos además a sus libros.

La nómina de autores que salen mal parados en larga, aunque creo que insuficiente, y en muchos casos hecho en falta más datos.   Uno de los privilegiados con la crítica es Antonio Muñoz Molina. En concreto por su obra Todo lo que era sólido. Se me antoja acertada aunque no he leído el libro por las citas que realiza del mismo y algunos datos adicionales. 

De Fernando Savater puedo hablar con algo más de autoridad, puesto que he leído media docena de textos suyos.  Sí, creo que ha derivado en una torpeza intelectual como otros muchos.  Con un poco de suerte, Amador escribe algún día una 'Ética para Fernando' que pueda ayudarle en su desorientación.

Me quedo con las ganas de una información más a fondo sobre Gustavo Bueno.  Dice Sánchez Cuenca que lo conoce a fondo, pero se limita a dar pinceladas de los desvarios del filósofo en su última etapa, en la que deriva hacía un conservadurismo torpón.  Debería haber entrado a fondo y ver su  trayectoria anterior que me parece lo anticipa.

Y menos mal que no deja fuera de la crítica a Mario Vargas Llosa.  De joven tenía buena opinión de Vargas Llosa.  Había leído entre otros Los jefes, Conversación en la catedral, La casa verde y Pantaleón y las visitadoras.  Pero luego llegó a mis manos Lituma en los Andes, premio Planeta, y empecé a dudar del acierto de mis lecturas.  Me recordó a algunos libros de ValleÍnclán en los que todo lo que hacían las monjas era bueno y lo que hacían los luchadores contra el carlismo era malo.  O esas películas yanquis de la guera fría en los que los norteamericanos son guapos y los rusos feos.  Lituma en los Andes me pareció propaganda.  Contradecía su tesis de 'algo creíble' como pedía para la literatura en 'La orgía perpetua'. Ahora Vargas Llosa es premio nobel y sigue la senda de la decadencia intelectual.  Lo leo y veo que piensa menos y peor.  Creo que hubiera necesitado una mayor crítica que la que hace este libro, pero me conformo.

Denuncia el autor lo que me parece bastante acertado, que estos intelectuales se aferran a unas ideas tópicas para venderse bien, empezando por la de 'España', el nacionalimos español contra los nacionalismos periféricos.   Mal hacen en repetir consignas reaccionarias para conseguir público y aplausos.  Se definen como cultos pero se dirigen a los incultos con ideas incultas.

En alguna ocasión cita el autor la necesidad de 'normas' que eviten esta desfachatez, pero creo que en eso se equivoca.  No son normas sino cultura lo que haría falta.